E
n el camino de la medicina tradicional amazónica y la espiritualidad, el discernimiento se vuelve extremadamente importante. En un post reciente, tratamos de entender por qué hacemos dietas de plantas maestras, por qué seguimos el camino de la medicina vegetal. Los objetivos que intentamos alcanzar a través de prácticas como ésta son muchos: desde curar algunas heridas físicas o traumas, hasta profundizar en el autodescubrimiento y aprender ícaros (canciones medicinales), que son enseñadas por los espíritus de las plantas, muchas veces a través de los sueños.
Probablemente, haya tantos logros en este camino como personas dedicadas a él. Entre los más valiosos están los que ponemos en el horizonte para orientar nuestra vida: despertar nuestra conciencia y empezar a movernos y crecer hacia nuestro máximo potencial, la gran metanoia —con la ayuda de las plantas—, y experimentar con la gran y poderosa armonia mundi para descubrir la vida más allá de los sentidos. Hay dos escuelas diferentes en la práctica de las dietas: la trascender los sentidos, calmándolos para entrar en el mundo sutil de las energías, o intensificar los sentidos para experimentar con lo que parece ser la luz brillante natural de nuestra mente, que puede iluminar a veces nuestros pensamientos y que, al desarrollar una actividad interior fácil unida a una creatividad exterior fluida, puede orientar tranquila pero firmemente todos los recursos de nuestra conciencia dentro del yo.
Finalmente, allí uno comienza ampliar su percepción y descubre los aromas universales del corazón como la fuente consciente de nuestro ser. En la dieta, el corazón está en constante estado de oración y en una vigilancia sensorial y espiritual natural. El corazón también esconde de alguna manera lo que parece ser un agujero estrecho e impredecible que puede abrirse repentinamente a la Divina Presencia, de todas formas positivo, hermoso y verdadero. No hay nada como esta sensación liberadora e iluminadora de sentir finalmente quién eres, porque eres informado instintivamente por esos grandes sentimientos del corazón que arde en tu pecho.
Esos sentimientos son los que te hacen un verdadero ser humano, fundamentalmente digno de este gran paraíso de disfrute que es la tierra. Aquí es cuando uno realmente siente que pertenece a este planeta y a los tiempos en los que vivimos. El gran sol más allá de la fuente ilumina mucho la mente, y a la vez calienta el corazón en su propia manera. También, es entonces cuando dejamos de intentar resolver todos los misterios y comenzamos a bailar silenciosamente entre ellos con intensa presencia y alegre nobleza.
El problema que enfrentamos ahora con las teorías de la conspiración es el mismo problema que enfrentó la iglesia primitiva con el gnosticismo. Los gnósticos creían que el conocimiento era el camino: el conocimiento era la iluminación y alcanzar la verdad era poner el lecho de nuestra salvación. Pero estos caminos siguen siendo un materialismo extremadamente sofisticado y matizado. El gnosticismo seguía siendo la supremacía secreta dominada por la mente humana limitada. La experiencia religiosa, por otro lado, enseña el proceso psicoemocional de aceptación activa y gratitud hacia La Fuente, y el conocimiento adquirido es solo un efecto secundario natural de experimentar la presencia de Dios.
Esto sigue siendo cierto hoy. Las teorías de la conspiración tratan de descubrir y revelar la Verdad auténtica y esta búsqueda es un objetivo que, sin darse cuenta, todavía se mueve dentro de la esfera del ego y su uso limitado. Revelar al mundo todas las diferentes conspiraciones que lo dirigen todo no es experimentar automáticamente la presencia de Dios. Por otro lado, la voluntad de experimentar la presencia de Dios requiere mucho más trabajo en uno mismo y una aceptación activa de nuestra humilde situación en el universo. El verdadero conocimiento espiritual no se adquiere a partir de información o libros. Es experiencial. Es conocido exclusivamente por el corazón.