Dieta de plantas maestras: una forma de vida

El propósito de una dieta de planta maestra es reconectar con las leyes antiguas del universo que están más allá de cualquier manifestación de la mente humana. Dietar es una de esas cosas en la vida que son difíciles de describir, precisamente porque es una experiencia individual más que un sistema de creencias o una práctica religiosa. Este proceso no solo busca la purificación, sino que también consiste en recordar el camino de regreso al estado natural de alegría y celebración de la vida. Es así que, a través de la limpieza de nuestros sentidos, podemos reingresar al estado de vivir en armonía con la naturaleza. Dietar es redescubrir que, en lo profundo, el universo es una prolongación, una extensión de nuestro cuerpo y nuestra conciencia, y que no hay separación entre nosotros y el universo.


Pero antes de que lo dicho tenga sentido, es importante entender por qué dietamos. Primero, debemos ver y reconocer el estado fundamental de desconexión y desarmonía en el que, la mayor parte del tiempo, estamos viviendo. El ser humano moderno vive esencialmente desconectado de la naturaleza, el pensamiento consciente, y de sí mismo (sus emociones, su conciencia, su cuerpo físico y su espiritualidad). Como una piedra en un río, estamos inmersos en el flujo energético de la vida pero no somos movidos por éste, estamos separados. Es por ello que dietar es tan importante en el contexto psico-espiritual moderno. En términos simples, es una manera de reconectar con el todo: con uno mismo y con el ambiente que nos rodea, con los ciclos y ritmos cósmicos, y con el camino del corazón que es la única fuente de vida.

Nicotiana Rustica: una de las plantas maestras más importantes en la tradición Shipibo.


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Pero el proceso de dietar nos lleva a conectarnos con algo más profundo que la naturaleza, ya que es también una manera de aprender de ella y de entender —después de una seria transformación de nuestra forma de ver el mundo— que la naturaleza está llena de espíritus. Estos espíritus podrían describirse como conciencias energéticas muy sensibles y, para poder conectar y aprender de ellas, es necesario atravesar una purificación profunda. También debemos entender que hay diferentes tipos de conciencias. La conciencia humana es muy diferente a la conciencia vegetal, ya que la nuestra ha desarrollado con el tiempo especificidades como la autorreflexión, el sentido de individualidad o la diferenciación del bien y el mal, todos estos aspectos irrelevantes en el reino vegetal. Por su parte, la conciencia de los espíritus de las plantas ha desarrollado con el tiempo diferentes cualidades que están alineadas únicamente con la expresión o represión del flujo de vida. Por ejemplo, las plantas y los árboles buscan luz para crecer, y como bien lo dijo el místico Isaac de Siria, “…el conocimiento no es la luz, la luz es el conocimiento”. Desafortunadamente, al apoyarnos únicamente en soluciones prácticas y/o intelectuales para mejorar nuestra vida, hemos dejado de lado la búsqueda de la luz para ser mejores. Las plantas y los árboles buscan únicamente una gran abundancia de luz para crecer y sanar, por lo que, cuando dietamos, debemos ante todo ESCUCHAR y no solo con nuestros oídos, pero con todos nuestros sentidos (incluyendo el corazón). Las plantas y los árboles nos enseñan cómo hacerlo.

Piñón blanco: una planta maestra conocida por atraer únicamente luz. 

Finalmente, el proceso de dietar es uno lleno de desafíos y pruebas. Nuestro ego es nuestro mayor obstáculo ya que, en una de sus adaptaciones evolutivas más recientes, ha perpetuado una especie de sutil matricidio que nos separa de la naturaleza al mismo tiempo que ha perpetuado un sutil parricidio para separarse de Dios. Más allá de sanar nuestro linaje familiar, lo que se busca durante una dieta de plantas maestras es la sanación del linaje humano a través de la restauración de nuestra conexión con la madre, que es la naturaleza universal, y con el padre, que es Dios. Es por esto fundamental acercarse a la dieta con esto muy presente, ya que el proceso trae desafíos que nos cambian la vida. Pero ante todo, este proceso debe atravesarse con alegría, al estar ingresando a un espacio de purificación, reconexión y re armonización. Como dice nuestro maestro, debemos ser determinados y pacientes simultáneamente.

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