La civilización maya fue una de las más grandes y avanzadas de la antigüedad. Alcanzaron un nivel tan alto de conocimientos en áreas como las matemáticas, la arquitectura, la ingeniería y la astronomía, que en la actualidad siguen desconcertando a los eruditos. Al visitar Yucatán, no pasa mucho tiempo antes de que uno pueda notar lo importante y viva que sigue siendo la cultura maya en la zona, ya que ésta permea todos los aspectos de la vida mexicana moderna en la península.
Desde los nombres mayas de lugares turístico, como Bacalar (rodeado de juncos), hasta las ruinas diseminadas por el territorio, esta cultura está presente en toda el área. Hay cientos de sitios arqueológicos mayas en la península, el suroeste de México y América Central, y, probablemente, haya muchas otras joyas aún sin descubrir en la exuberante jungla. Los estudiosos sostienen que dos de las tres ciudades mayas más grandes, de las que se rumorea que tuvieron cientos de miles de habitantes, se encuentran en México. La mayoría de las ciudades principales incluyen complejos administrativos, templos elaborados y canchas de pelota.


En la cultura maya, todo lo relacionado con la vida cotidiana estaba amasado con cuidadoso simbolismo y todo lo relacionado con la vida social estaba impregnado de ritualismo. Por ejemplo, los juegos de pelota fueron una parte importante de la vida maya y consistían en ritos simbólicos vinculados a la génesis y los ciclos del cosmos. Aún en nuestros días, los arqueólogos están tratando de entender el trasfondo de prácticas culturales tan elaboradas. Su cultura, cosmovisión, desarrollo religioso y científico (matemáticas), evidencian que los mayas alcanzaron los más altos estados de civilización en el mundo antiguo. Esto también se refleja en la organización política y continuidad social alcanzadas, en las complejas prácticas religiosas que rodean todos los eventos culturales y astrológicos importantes, y en el sofisticado calendario -o sistema de cuenta del tiempo- que fue capaz de predecir eclipses solares y lunares a ocurrir cientos de años en el futuro. De hecho, el calendario maya fue el cálculo más avanzado del tiempo; occidente no alcanzó este nivel de cálculo y precisión hasta el Renacimiento.

Todo lo dicho revela cuán esenciales fueron la conciencia del tiempo y los ciclos para conformar el núcleo de la antigua sabiduría maya. Su deseo era poder dominar el tiempo, visto como la principal fuerza universal del cosmos. Si se domina el tiempo, la eternidad es posible, y los mayas creían, como dijo Platón, que "el tiempo es una imagen en movimiento de la eternidad". La precisión de sus matemáticas y su comprensión sofisticada de la astronomía se evidencian en sus hazañas arquitectónicas y de ingeniería. Cada año, miles de turistas acuden en masa a Chichén Itzá, uno de los más imponentes sitios arqueológicos de México y Mesoamérica, y en Kumankaya nos sabemos inmensamente bendecidos al vivir cerca de esta antigua maravilla del mundo. El Castillo, su pirámide principal, es un templo construido como un juego de sombras: al oeste de la escalera norte, se muestra al dios de la lluvia Kukulcán representado como una gran serpiente que baja del cielo para traer fecundidad y fertilidad a la tierra. Dos veces al año, cuando se pone el sol durante el equinoccio, la sombra crea una serpiente que se arrastra desde el templo hasta el suelo y, al atardecer, este ser de luz alcanza el mundo terrenal trayendo la espiritualidad a quienes buscan la comunión con el universo.
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En la península, la población maya se siente orgullosa de su herencia y siguen innovando en formas de integrar su identidad con el México moderno, participando activamente en el turismo y contribuyendo fuertemente al comercio nacional. Sus sitios antiguos, arte pictográfico y lenguaje jeroglífico nos dan un atisbo de cómo debe haber sido la vida hace cientos de años. Y la gente y la cultura de hoy todavía encarnan antiguas tradiciones y conocimiento ancestral. Vivimos en Felipe Carrillo Puerto, la capital cultural maya de Yucatán. Aquí, la vida y la cultura maya se entremezclan en una fusión notable de lo viejo y lo nuevo. La historia siempre está latente en las numerosas ruinas, los nombres de lugares mayas y la lengua original. De hecho, el idioma maya es uno de los únicos en la tierra que ofrece tantas variaciones: la lengua maya de Yucatán es diferente a la que hablan los mayas guatemaltecos, y sin embargo, ambos grupos pueden entenderse aunque sus idiomas son dialécticamente dispares. Es sorprendente poder vislumbrar, en pleno siglo XXI, lo que fue una de las civilizaciones antiguas más grandes y cuyos vestigios permanecen escondidos, cubiertos por las cenizas del tiempo. Aquí en Kumankaya, al trabajar con constructores mayas su impronta también forma parte de nuestras vidas.